Jorge sentado en la escalera

Queda prohibida la reproducción total o parcial de los textos publicados. (Ley de la Propiedad Intelectual, textos registrados).

Mi foto
Nombre:
Lugar: MÓSTOLES, MADRID, Spain

domingo, marzo 23, 2008

Desvirtuado

Dentro del agua la imagen se distorsiona. Como la cuchara que utilizábamos en Física y que parecía doblarse al introducirla en el vaso. Otras cosas -puedes verlo a través del tiempo- se distorsionan de verdad y te ofrecen la imagen de ser reales. También el tiempo confunde. Cómo podemos hacer para sobrevivir sino inventar una estrategia. Algo que nos ayude a calmar las hormigas que nos recorren por dentro, a adaptarnos a cada nueva situación de nuestro tiempo, que transcurre a nuestras espaldas como si nada. Sé que lo has oído. No es nuevo. Es sólo que no acabamos de resolverlo si no es sumergiéndonos en una cotidianeidad, mejor si es lo suficientemente ruidosa y vistosa como para saturar nuestros sentidos o, al menos, tenerlos un tiempo ocupados. Siempre hay una marcha que no es la nuestra. Siempre tratamos de olvidarla o la recordamos demasiado. Tampoco sabemos a ciencia cierta lo que hacemos con ella. El tiempo nos lleva como una corriente de agua y avanzamos hasta que la distancia nos hace recordar sin demasiados detalles. Tampoco has de escapar muy lejos. Fue ayer cuando te encontré en el espejo a penas levantarme por la mañana. Supe que eras yo porque gesticulabas como yo esperaba en cada momento. No me fue posible no esperar algo. Por eso me quedé vacío, por esperar a que tu guiaras mis movimientos. El agua corría del grifo y mis manos se distorsionaban bajo el chorro salpicando todo el lavabo y el pijama. Como un estúpido medio dormido esperando a que otro tome su conciencia mientras desaparezco en el agua y en el tiempo.
Eduardo Caballero

miércoles, mayo 30, 2007

Gestos del silencio /10

Tus palabras me hacen suspirar de amor... Tan sólamente por ti... A cada segundo... Cada vez más... No quiero ni imagino ya una vida sin ti. Quiero dártelo todo, hacerte cada vez más feliz, mirando hacia adelante... Sin dar pasos atrás... Porque tú eres mi presente... De la mano juntos, avanzando y construyendo de felicidad nuestro futuro, ese que, a cada paso, se abre ante nosotros... Vivo y estás dentro de mí, volando en mis sueños, en mi vida, a cada minuto, haciéndome reír... Y por ti cada día más enamorada... Y queriendo por siempre mi vida dentro de ti...
Anahi Mar...

Gestos del silencio /9

Nuestra vida es un futuro construido
con nuestras manos unidas y
nuestro corazón compartido.
Nuestra sonrisa es un mundo
que construimos con cada paso juntos y
cada instante unidos.
Nuestro amor es un abrazo
que sentimos entre suspiros de felicidad
y sonrisas de nuestro espíritu.
Te amo a cada momento con más intensidad,
a cada instante con más ilusión y
cada día con más franqueza y deseos de vivir.
Vivir contigo,vivir en nosotros,
volar en vida,vivir en sueños
y soñar en nuestra vida,
tejiendo juntos nuestro amor,
mi vida.

lunes, mayo 28, 2007

Efímero

(Vómito)
Escuchas el vuelo de una pluma cayendo,
esperando cada vez más estruendoso,
el ruido del golpe contra el suelo,
sin que ese momento llegue.
La tierra se aleja,
aparecen nuevos edificios entre las nubes,
casas de ciudades desconocidas,
tejados de pueblos que no existían,
y el suelo que nos vió nacer
se aleja de la vista
cuanto más cerca la pluma se cierne,
sumiéndose en una profundidad inmensa
como un cielo nuevo bajo el cielo
que la pluma ya recorre.
Sospechas que cuando el cielo se acabe,
cuando la caída llegue a su fin,
seguirás cayendo por la profundidad
de la tierra alejándose,
y el golpe contra el suelo
permanecerá a la espera
martilleando tu existencia con sólo un presagio.
El vuelo de la pluma cayendo
se burla así de ti
en un vértigo contínuo y desesperante,
sumido en caricias de la pluma
meciéndose entre los cariños del aire.

domingo, mayo 06, 2007

Mirada perdida

(Vómito)
Si camino por la calle,
que desnuda corre por el cielo,
me pierdo en sueños de nubes
que me confunden
y me llevan por un tormentoso río
que se desboca.

Si dejo volar mi mente,
se desbocan mis sueños,
que desangelados corren por la furia,
por la opresión del castigo,
por la borrosa ilusión fatigada.

Si dejo que mi mirada te recorra,
tus ojos se inquietan y desbrozan mi pérdida...

Confieso que siento,
que sufro como amo y amo como lloro,
que en mis lágrimas hay vida
como en cada suspiro de felicidad
por los que nos entregamos.

Confieso que siento...

Confieso que siento...

miércoles, abril 25, 2007

El agua y la calle

Castigado a esforzarme en no encontrar los latidos que siempre acaban dándome dolor de cabeza, en burlar la tristeza de una calle imperturbable y no encontrar monótonos todos los pasos que guarda, avara, como si alguien fuese a arrebatárselos y dejarla aún más sola. Castigado a seguir caminando, haciendo como que no es ese suelo mojado el que piso, mientras llueve para recordar que existe un cielo al que escrutar buscando la mirada perdida. El agua corre y yo camino cuando prefiero parar. La calle resiste cuando el agua lava sus pasos con ríos de lágrimas derramándose por la tierra y las aceras y enredándose en los pies como una gota de agua por la mejilla buscando, romántica, la comisura de los labios. No resiste, permanece quieta y callada, parte del paisaje muerto que da la vida o la resuelve, que no es más que esencia en fuga. De nuevo, como sin querer, pasará todo desapercibido y la calle no será calle porque sólo guardará los pasos y no la atención ni los latidos ni el recuerdo ni el eflejo de su imagen. Mañana es lo que queda cuando evades el presente y te marchas como el agua calle abajo. ¿Alguna vez has seguido al agua?, ¿dónde va a parar?. Es una armonía quebrada. Por eso es vida. Porque no todo es monotonía. La mirada quiebra cualquier cosa en nuestra imaginación con tal de no enfrentarse a su elementalidad. Por eso me paro y dejo que el agua corra por mi cuerpo, ahora que carezco de pasos y que tengo unas tremendas ganas de llorar y sólo llueve en la calle, camino de casa.

domingo, marzo 04, 2007

Mis ojos

Si me soltase de la mano podría salir corriendo y llegar antes. Pero, tampoco quiero llegar antes, me gusta imaginar qué estará haciendo mientras llegamos; es posible que hoy no esté tampoco porque ayer no vino. Es un chico guapo, callado pero muy bueno. Conmigo habla más cuando estamos a solas. Le han comprado un ordenador para jugar y para estudiar. Le han dicho que ya no necesita enciclopedias y que los ordenadores son el futuro, por eso se lo han comprado, para que vaya aprendiendo. No le dejan bajarlo al parque y me cuenta cómo es, las cosas que se pueden hacer y lo que aprende cada día. A mí, no sé, me gusta pasear y me gusta hacer pulseras y collares. Se me hace difícil lo del ordenador, pero, quién sabe, tal vez un día tenga uno y trabaje con él. Parece muy listo. Hay veces en que me gustaría ser como él, aunque, en el fondo, no del todo porque no podría ser yo y venir al parque a jugar con él.
Ya estamos en las escaleras, queda poco; doblar la esquina y entramos en el parque. Si no ha venido me quedare en los columpios, subiré al puente que me da miedo y haré como los vigilantes: quedarme allí mirando al horizonte para ver si le veo aparecer y, de paso, mirar el parque y a mi madre sola en el banco, leyendo una revista o comiendo pipas, que la gustan mucho. Si me da mucho miedo el puente, me quedaré en la arena, pasando la tarde con mi madre.

miércoles, febrero 21, 2007

La puerta

Diriges la mirada hacia la puerta entornada y hablas contigo mismo, sin que se escuche un sonido: me pregunto si por la puerta entran o si por ella salen. Yo mismo, entro y salgo; es un ciclo que no conduce a un sitio determinado. Nunca llego a saber por dónde entran las cosas que llegan y por dónde salen las que se marchan, pero la puerta sigue ahí hasta que alguien se la lleve... ¿Qué para que diantres van a llevarse una puerta?. ¡Qué se yo!. Porque derrumben el edificio para construir otro o para hacer un espacio diáfano a la luz que no llega porque no hay ventanas. Soberbio. Y siempre se acaba en este punto de ¿y qué?. Pues nada, no me decido a salir. Me están esperando y, más que nada en el mundo, quiero marcharme. Si no me pareciese tan importante esa puerta. Sí, menos importante. Pero, algo sucede. Sientes miedo por esa palabra, también. Lo noto. ¿Quién no tiene miedo?, y a cosas más absurdas que una puerta o que a marcharse o quedarse. A una puerta cerrada por la que entrar hasta el aire y a una puerta cerrada que te aisla o que obstaculiza el paso de la luz. Lo mejor, quitarla. Eso y cambiar de espacio, irse al campo o cambiar de visión. Si pudiera dormir y descansar... En el fondo, nada me lo impide y puedo pensar en la puerta otro día, en otra ocasión. Tal vez, incluso, con mayor claridad. Es posible que consiga que me entiendas en ese momento o en otro. Otro día, mejor.

jueves, diciembre 14, 2006

En un rincón

En la cálida y acogedora habitación, descansaba con los ojos como cerrados, como si no fuese hoy presente y, por tanto, no hubiese de llegar el pasado. Su imagen, sin duda, era la estampa tradicional de una persona de mediana edad agotada del paso acelerado de su juventud reciente, con la manta de viaje sobre las rodillas y una taza humeante cerca de su pecho y abrigada por sus manos frías. Fuera, no hacía frío y la temperatura no era cálida en el interior.
No dormía y, quizás, ni descansaba. No era necesario mucho más. Todos esperábamos este momento, pero confiaba en que no fuese yo el elegido para revelarlo a los demás. Permanecí un rato de pie, observando su imagen y la estampa. Descolgué el teléfono, marqué el número que primero me vino y llamé a mis padres, después de tanto tiempo. Ellos supieron lo demás y yo me dispuse a esperar, sentado cerca de la ventana y descansando con los ojos abiertos, como si el futuro fuese a presentarse de repente, sin más, irrumpiendo en una estancia antaño acogedora y helando las ventanas, los árboles y la taza como un mal recuerdo.
Cuando llegaron, desperté sobresaltado y pude observar mi habitación sola y desamparada, mientras recuperaba el aliento como si despertase de una mala premonición envuelta en sueños y en pesadillas. Necesitaba un café y me tomé mi tiempo. Al fin y al cabo, no tenía qué hacer.

miércoles, noviembre 29, 2006

Roto silencio

(Apunte. Jul.'01).
Temprano, a la hora en que las primeras hornadas de pan del día se colocaba en las cestas y se metía en la furgoneta para el reparto, los mozos del puerto preparaban todo para los primeros viajes por el río; la tripulación se encontraba lista para zarpar y los viajeros –pocos a esas horas- habían adquirido su billete y subían en silencio con su carga, la mirada olvidada en el vacío de la inexpresión, eludiando cruzarse con nada. Preferían esa hora, acaso buscando una intimidad lo menos compartida posible; a medida que ascendía el sol, aumentaba la concurrencia al puerto y, a menudo, había que esperar cuarenta minutos al siguiente viaje. Temprano resultaba más entrañable, una despedida algo oculta a la claridad del día y a cualquier vislumbre de trivialidad, a espaldas del transcurso del tiempo, pesado como una losa sobre el pesar. Así, el entierro se transcribía a un paréntesis en el que sincerarse hasta dejar hueca la mente como un molde. Esa oquedad dejaba el mundo reducido a cenizas frente a la elementalidad de la vida.
Cercana la hora de la zarpa, la sirena del barco emitió su primer aviso a los pasajeros en tierra, extinguiéndose pronto su lamento en el aire. Todos se encontraban a bordo, pero el capitán cumplía el procedimiento; no olvidaba su sueño de surcar las aguas saladas con otros cometidos que aquel de llevar a los familiares con las tinajas de sus muertos para arrojar las cenizas al río. Soñaba en medio de su realidad: la barcaza estaba a punto de salir del muelle. El muelle nunca había dejado de quejarse al paso de los operarios y de las tinajas. Al pasear de noche por el muelle, cesada ya la actividad y amarradas a puerto las barcazas, la sensación de que las tablas dudaban entre quejarse o respetar el silencio de los muertos, invadía con un escalofrío el cuerpo. Dudaban y se quejaban. Un quejido diferente que filtrándose cada vez más amargo y más persistente; persistía más cruel, más cruel que el deber de partir en la barcaza para esparcir las cenizas al río. ¿Y si fueran mis cenizas o las cenizas de un ser amado con el corazón?. En el fondo, moría una parte del propio pasado al entregar las cenizas.
El segundo toque de sirena fue definitivo y la tripulación se puso en movimiento. Retiraban las amarras y comenzaban a levar anclas cuando la vieja irrumpió en el muelle. Todos los movimientos de la tripulación se detuvieron en seco a una voz del capitán. Sofocada y todo, la vieja aún podía gritar. Su carrera era torpe. ‘¡Paren!. Paren. Deténganse. Paren. Esperen. Esperen’. Cada palabra como un paso; un logro que la acercaba al muelle sin que el barco se inmutara sino en su balanceo en las aguas calmas, dudando si acercarse a la vieja de luto. Guardaba la tinaja en el nicho de sus brazos igual que si cobijara un recién nacido al que no podía despertar. No alcanzaba a distinguirse más que las sombras de la tinaja. Todos esperaron. Un tripulante la espetó a que se tranquilizase, el barco no zarparía sin ella. Ella redujo su carrera a pasos cortos y rápidos. Las tablas no crujieron. Cuando alcanzó la nave, el mismo tripulante le ayudó a subir. Hizo una señal con los brazos al capitán y se emprendieron las operaciones de separación del muelle, la proa buscó el horizonte hacia el que emprender el recorrido y pronto la barcaza enfrentó el cauce y se dispuso a seguir la corriente.Una vez más calmada, el tripulante se marchó a continuar sus labores y la vieja se quedó sola, asomada a la quilla y contemplando el trecho de río aún por recorrer, en tanto recuperaba el resto del resuello. Las aguas parecían tranquilas y el momento guardaba un perfil de sosiego y belleza que le trajo la memoria de Luca, ahora en el cobijo de sus brazos, que le mantenían cerca de su cuerpo y no lo soltaban. Era mayor ya para llorar, así que no debía hacerlo. En sus primeros encuentros él se lo dijo: “serías incapaz de soltar una lágrima aunque algo se te metiera en el ojo. No sabes llorar”. Eso le dolió. Entonces eran muy jovenes. Los dos estudiaban pintura en la misma academia y él era el centro de todas porque era italiano y su acento enloquecía cuando bromeaba o piropeaba a cualquiera. Siempre daba ánimos y se apuntaba a todas las salidas del grupo. A los dos años se marchó a su país. Al parecer, su padre había enfermado y no había perspectivas de que fuese a mejorar. Para entonces, los dos habían compartido momentos cargados de significado, sin llegar a declararse sentimientos que pudieran colmarles de felicidad hasta la asfixia ni arrojarles a un pozo de lágrimas en el que quedar atrapados. Y cuando él se marchó, ella siguió sus estudios, que ya no la permitieron muchas salidas con amigos que la acercasen a relaciones que rozaran la intimidad. Todo se veía ya desde otra perspectiva. Nos parece que los pasos son siempre los mismos y no llevan nunca sentido alguno y carecen de propósito. Sin embargo, cada paso es una alteración del anterior y desde el barco su vida le pareció un sinfín de cambios entrelazados para dotar de significado su existencia. Luca regresó hace tres años y la encontró en casa. En la misma casa de siempre.

lunes, octubre 30, 2006

Gestos del silencio /8

Yo quiero amor del serio, amor maduro..., él me confesó una vez..., amor del serio, amor maduro, es tener siempre en escalofrío y en vilo la piel; Amor del serio, amor maduro, es amar y envejecer, sin miedo a las arrugas ni a la caída de la piel; Amor del serio, Amor maduro, es sentir los sentimientos una y otra vez... Y si se te cayera el pelo, te haría mechones de flores, que regaría cada día con el agua de mi boca, para verlas en ti crecer... Y cuando estuvieras arrugadito, te seguiría diciendo las mismas cosas que ahora te digo, cuando eres un niño... Ahora, mímate, cuídate, siéntete bien y cuando no seas tan bebé..., yo seguiré a tu lado, como la primera vez. Amor del serio, amor maduro, es tener siempre en escalofrío y en vilo la piel. Amor del serio, amor maduro, es amar y envejecer, sin miedo a las arrugas ni a la caída de la piel.
Anahi Mar...

lunes, octubre 16, 2006

Para las olas

(Vómito)
En el agua y en el aire,
la palabra y el silencio,
el ruido y la calma,
la cotidianeidad mece mis sentidos,
atormentados en la muda voz de una tormenta presentida
o imaginaria,
aquietados en el tumulto del movimiento incesante
o existencial.
Para las olas que callan en la palabra y
reclaman a voces en la suavidad de la caricia,
que escriben su reclamo con finas estrías en la arena muda
que lo silencian,
para vosotras, que sacudís el barco hasta hundirlo
y que lleváis a tierra las hojas arrancadas de los árboles
y robadas de su regazo,
que tan pronto sonreís como os imponéis,
para vosotras, sinuosas curvas desenfadadas de la naturaleza,
mis palabras y mis silencios,
mi ruido y mi calma,
mis anhelos y mis suspiros,
mi muerte y mi vida,
en el camino que dibujo a ciegas,
las estrías de mis pisadas y
la mirada que acaricia el suelo que no piso.
A vosotras que váis y que venís,
que lleváis y que traéis,
brindo mi espíritu cansado de ir y venir,
de llevar y de traer,
con trucos de mago,
con la ilusión de hacer visible lo inesperado y
posible lo inimaginable,
y de convertir en vida un sueño retardado
y otro perdido,
como si todo hubiera sido tan descuidado
como una ola de paso que me despeinó.

miércoles, octubre 04, 2006

Ramas en el jardín

(Vómito)
El cielo me llora hacia adentro. Dibuja una rama con un trazo irregular, dejado, y la deja caer como un pelo de su cabello, largo, claro y perdido. Una línea clara, perdida entre garabatos y laberintos de hierbas y ramas, a veces sola en el hogar liso de una superficie resbaladiza. Una línea clara que despierta una sonrisa, también hacia adentro, y aumenta el silencio del mundo que se cuela hacia adentro, también hacia adentro, de paso al jardín interior, la isla buscada sin encontrar. El cielo está triste y suspira por la hierba, por los garabatos y las superficies de pelos delicados que, al caer, se perdieron: cabeza sin pelos, cielo sin lágrimas y pérdida de sueños en el desvelo. Ahora miro al cielo y caigo, perdido, en su seno, como una lágrima desvalida que se ha perdido del llanto y se dibuja en el lavabo, larga y delgada, esperando que el agua la arrastre por el sumidero y un día llueva afuera en el jardín, con todos esos pelos mojados al viento y la cara triste llorando lluvia de dentro, el sueño muriendo en la pena de una ilusión y la sonrisa rebrotando de la ceniza de un nuevo despertar bajo el mismo cielo vivo.

miércoles, septiembre 06, 2006

Gestos del silencio /7

Sin saberlo se repartieron las cartas, yo pensando que era quien las elegía. Comenzó a elevarse un castillo de naipes que me hacía sentir rozar las nubes, ¡un castillo de naipes!. Era joven de manera diferente a como lo soy ahora; entonces era más joven de edad y demasiado maduro para esa edad. Hoy he crecido hacia atrás y soy una extraña mezcla de tiempo y espíritu agitada por la evolución, el crecimiento, la ilusión extenuada a fuerza de renovarse. Hoy veo algo de mí, acaso algo más, que me recuerda a una ilusión renovada con ser una ilusión nueva. Algo de mí me cambia la visión del mundo para que no vea sino el camino definitivamente mío, con futuro y con pasado, no sólo con futuro. Hoy el castillo de naipes cae y algo de mí se pierde en las ruinas, algo de mí se derrumba, tal vez se entierra bajo las ruinas, se pierde en el pasado que se aleja más allá de la memoria, cada vez más. Hoy llueve y hay truenos precedidos de relámpagos, corren ríos de agua por las calles y las ropas desprevenidas se adhieren a la piel, empapadas. Hoy haríamos el amor empapados bajo esa lluvia que tanta energía nos aporta y que tan felices nos hace. Es seis de septiembre y una tarde como la de hoy (más soleada), hace un año, tú y yo viviamos nuestra presencia por primera vez en nuestras vidas. Ese día algo ocurrió que convirtió nuestros sentimientos en un inicio sin pasado. Hoy no es un castillo de naipes, porque no nos elevamos sino que vivimos en una burbujita sólo nuestra. No somos frágiles porque somos energía y nos transformamos. Nuestro inicio nos llega en una juventud con pasado y con futuro y según el futuro se funda en el presente nuestro inicio madurará en una juventud extraña con un pasado que, a fuerza de crecer, no supera nuestro futuro. Y qué es el tiempo, mi amor, si cada instante es un suspiro, qué es el tiempo, mi vida, si cada día podría ser medio minuto y un día podría ser un año, qué es el tiempo, mi niña, si cada año es una adorable eternidad vivida juntos con el amor que hoy culmina nuestro existir en una vida más allá siempre de la siguiente, en una burbujita más allá de los tiempos que perpetua nuestro amor lejos del entendimiento y de las leyes.
Hoy, amor mío, no siento sino impulso y deseos de transcribir mis sentimientos, mis emociones y mi espíritu en una carta escrita para ti en un año llamado seis de septiembre. Una carta como la que te escribo cada medio minuto, al mismo tiempo que acabo la anterior. Igual nuestro amor se engrandece... a cada paso que damos.

martes, agosto 29, 2006

Gestos del silencio /6

Hoy los suspiros se multiplican sólos al pensar en ti... y en cada suspiro nuevo, te extraño tanto... que salen de mí para ir de nuevo a tu encuentro, en ese aliento de aire que te doy para que respires un aire diferente... aire de mi amor por ti y sólo para ti... Soy como una niña enamorada por primera vez, que piensa y se emociona con la idea de conquistarte, de que tu mirada se cruze con la mía y hablemos en silencio haciendo gestos con nuestras miradas y derretirme por dentro, tan sólo por ti... pero mis suspiros me delatan... y salen una y otra vez, yendo hacia ti... susurrándote que te quiero y que ya no imagino ni quiero una vida sin ti... porque a veces el miedo me invade, de poder perderte, y sin querer esas gotas de lluvia mojan el cristal de mi mirada, porque tú eres quien me hace reír, suspirar, emocionarme, amar... porque dicen que después de la tormenta la calma reinará, que después de cada día la noche llegará, después de un día de lluvia, el sol se asomará... pero sé que después de ti... después de ti... para mí no hay nada más... ni sol ni madrugada ni lluvia ni tormentas, nisiquiera esperanza... porque tú eres el sol que amanece por mi ventana cada día, ese día que con tu amor haces llegar mis madrugadas, esa lluvia que apacigua las tormentas en mis noches más mojadas, esa esperanza que me hace amanecer, atardecer y anochecer tan sólo pensando en ti... y querer tener lo mismo que quieres tú, necesitar lo que necesitas tú... ser uno sólo y no dejarte de querer, que seas mi ritual, mi credo, mi oración... perderme en tu pasión, sentir, como cada día, arder mi corazón... Tu amor me ha hecho despertar de un mundo de sombras... unas sombras que se alejaron para dar paso a los sueños de verdad... esos que quiero vivir tan sólo contigo... perdida contigo y encontrándome de nuevo... junto a ti... porque tú eres mi destino... por donde quiero pasear siempre contigo, para llegar nuevamente a ti... y amarte enterito desde el principio hasta el final... y de nuevo volver a comenzar... porque Cupido vuelve a tener flechas para mí... y de nuevo levantarme y volver a pensar en ti... y sentir tu presencia llenándome hasta el último rincón... mientras andamos juntos... hasta llegar a nuestra propia eternidad... y darte mi vida, mi alma entera...viviendo los versos que escribimos en el libro de esta loca vida e inventar canciones que cumpliremos letra a letra... darte la vida, como si fuera un pececito nadando entre tus venas y recorriendo cada centímetro de ti... mientras sin querer te hago cosquillas... porque no tengo dudas... que en tu sonrisa... se desnudan todas mis ternuras... y que con tu piel las voy vistiendo de pasión... y de locura... y vivir cada minuto de mi vida, para mimarte, amarte y anhelarte... y quedarme con tu aliento... para que en días que no te tengo... poder calmar el fuego de este amor que por ti... llevo dentro... e inventar juntos algun rincón cerca del cielo, donde la lluvia y el arco iris se confunden en un beso, mientras te tomo la mano y despacio... en silencio... de nuevo volver a decir que te quiero... porque encontrarte fue una bendición... tu amor me cambió, me hace ser la niña que soy. Me das todo lo que quiero, me traes paz... y ser tu ser, tu hogar... e, incluso, tu red... para que puedas saltar... porque al estar conmigo... te estás arriesgando al amor... pero al amor total... y darte mil caricias envueltas en lluvia y acariciar tu piel de nuevo otra vez... como si fuera una flor... desojándose en mil pétalos... para poder perfumarme de ti... y tatuarte sobre mi piel... y llevarte siempre... cada amanecer... cada atardecer... y cada anochecer... y, dentro de estos "gestos del silencio", ser una sóla voz... porque si estamos juntos... siempre vamos a "cantar"... porque tú eres como tallar una obra de arte... que es inevitable... no crear sin enamorarse... porque eres el niño que me llena el alma... y que ya no imagino mi vida sin tu amor... porque no quiero volver a ser un camino que no sabe adónde va, ni un recuerdo del pasado... quiero caminar contigo y construir nuestro presente, para, juntos, seguir teniendo futuro... porque tú eres mi mar y navego en ti... eres mi cielo... y vuelo para estar junto a ti... y que me has hecho un sol... por eso yo brillo para ti... Eres la luz que tanto esperé... la que me da una razón para soñar... mil alas para volar donde la luna y el mar... se han hecho huella en tu piel... y no me hacen falta cuando estás conmigo... y mi corazón está de fiesta amándote... es la eterna calma que nunca he tenido, mucho más de lo que jamás imaginé... quedarme en tus brazos para siempre... porque tú eres lo que siempre soñé... y lo que siempre amaré....
Anahi Mar...

martes, agosto 08, 2006

Gestos del silencio /5

Un suspiro, un beso, una caricia, un aliento de aire...
aire de vida.
Un espíritu niño, un niño encontrando tu amor en cada juego,
cada rincón, cada peldaño, cada instante de vida.

Una gota de lluvia, un silencio que fluye, la energía de una sonrisa
que aflora al sentirte, pensarte, saberte, anhelarte.

En esta isla secreta, refugio de mi espíritu, con el tuyo hoy compartido, encontramos nuestro corazón,
trazando suspiros en una sonrisa en silencio y, en silencio,
recorremos los trazos que con el dedo en la arena
nuestro niño dibuja esperando descubrir en ella
el amigo invisible soñado, verse a sí mismo en una parte de sí que no es él,
hoy somos tú y yo:
la niña preguntó: ‘¿Qué dibujas?’,
‘no sé’, ocultó él,
‘se parece a ti’, se acercó un poco más al mago,
‘sólo es un dibujo’,
‘te ayudaré’, se sentó a su lado y comenzaron a trazar dibujos con el dedo.

Hoy silba el viento y lleva nuestro aire,
nos encontramos una y otra vez en la arena y
nos pedimos salir cada vez de nuevo, con picardía,
como si hoy, también, fuera el primer día y quisiera pasear contigo,
comprar un helado, caminar de la mano y seguir viviendo en el sueño
de ser juntos la magia que antes añorábamos por separado y
que hoy vivimos a nuestro lado, la flor que cada día se abre
para amanecer con una fragancia nueva,
el sueño vivido mientras se sueña
para ser siempre intensa la vida que juntos caminamos,
la caricia que entre sueño y aroma perdura en tus sentidos
para expresar el amor que por ti siento en la felicidad que creamos...
agradable suspiro.

sábado, julio 22, 2006

Gestos del silencio /4

Al principio de la magia, la piedra caía al suelo junto a las otras y nada más. No pasaba lo previsible ni lo inesperado; era una piedra como las demás, igual de común o diferente que las demás, y a su chasquido al golpearse no seguía un suceso sorprendente. A solas, era un peso muerto en la tierra y, después, sólo silencio. No era sino una piedra que seguía siendo piedra, sin variar su naturaleza inerte. Sin embargo, un día se reconoció en su naturaleza y encontró la armonía de la vida en la naturaleza de cada existencia. Un día volaba golpeada por un pie que, de una patada, la alzó del suelo y la impulsó lejos por el aire y, al caer al suelo, la piedra rebotó y emprendió su corto vuelo hasta el siguiente impulso, lejos del pie y de la patada. Recorrió así el mundo, convirtiéndose en salto al caer al suelo, hasta que un día en que el tiempo se había alejado algo de sus inicios, el salto se convirtió en algo inerte y en un salto de piedra como los demás. Lo sintió elevándose en el aire y lo confirmó en la caída. Su espíritu, entonces, transformó nuevamente su naturaleza, cuando una mano adulta con alma de niño movió al aire los dedos en pleno auge de la curva que la piedra describía en el cielo al elevarse; al caer, sucedió lo imprevisible, no cabía esperar algo que no fuese la piedra cayendo sin más junto al resto, ni llegó a oírse el chasquido al golpearse. Porque no cayó sino que emprendió el vuelo lucida de blanco, su cuerpo blando y el aire acariciando su plumaje aleteado por una forma nueva que le devolvió la vida. Batió sus alas y planeó por el dibujo claro moteado de nubes, alejándose aún más del inicio de los tiempos con el espíritu de una magia surgida de la aparición para transformar la vida y las cosas en una cadena de acontecimientos, un hilo de figuras modificadas, de pulsos variados para mover la felicidad, las lágrimas y las sonrisas. Como un ave en libertad por los cielos y entre los vientos, una piedra buscadora por el mundo, igual que una existencia continua pero no perenne, la magia navegó por los tiempos, aún navega por las aguas de la ilusión y transforma las apariencias. Una mirada inocente, una mirada que crea y sienta la ilusión, siente los pequeños detalles como un latido que no volverá a producirse y lo vive con la intensidad de un momento mágico, acaso muy breve, tal vez algo más largo, seguro que despojado del tiempo, que es sólo una percepción formal. Miro tus ojos y sonrío, enamorado, transformado de piedra en pájaro blanco, confundido con el viento o con el aire de un suspiro; tú empapas como una lluvia lenta, todo lo que rodea mi existencia y transformas en amor los objetos de mi mirada y en vida tus suspiros, enamorada. Mueves con tu vida mis dedos al aire y la piedra emprende su vuelo, se convierte en mar el horizonte y la magia crece en nuestro espíritu niño dibujando sonrisas de felicidad en un aire puro que escapa a todo, escurridizo como una gota de lluvia a lo largo del tiempo, buscando la tierra y evaporándose al cielo, donde nace de nuevo.

jueves, julio 06, 2006

Gestos del silencio /3

Díme una palabra en tu silencio. No. No más palabras, no más silencios. Sólo tú. Porque eres tú. No más palabras, no más silencios. Suspiros. Eres tú. Yo en silencio. Tú estás al otro lado y dentro de mí. Una línea telefónica y no hay teléfono, sólo nosotros. Ahora mi vida cambia, cambia cada día y a cada instante que te siento dentro de mí. Es algo nuevo, debería estar acostumbrado y es algo nuevo. Sin palabras, sin silencios. "No lo sé. Lo que quieras. Espera". Y espero. Estamos juntos. No digas una palabra, volamos esta noche, mientras soñamos, en tanto yo duermo y tu suspiras; cuando tu suspiro en la noche sobrevuela mi quietud y me retorna la paz, es cuando mis sueños acarician el velo de tu piel y te devuelven la vida en una sonrisa de estrellas, en la luz de tu tierna faz, dulce voz que me susurra. Es una rueda, un ciclo, una ida y un retorno, un mismo camino de dos sentidos. Eres tú. Eres tú.

miércoles, julio 05, 2006

Gestos del silencio /2

Sueño con la paz en que me dejas cuando estoy contigo y te marchas. Por eso escribo, en una especie de intento de evocarte con las palabras y traerte al presente como si no estuvieses en él. Es el juego en el que tu mera presencia en mi espíritu me envuelve mostrándome un lado más de nuestro poliédrico mundo; como un niño jugando a descubrir como si las palabras fuesen algo nuevo para él. En ocasiones las siento como el sonido de un piano en una melodía que transcurre con un significado que se desvela en su transcurso, olas de mar yendo y viniendo, mareas que agitan y sosiegan... y aparece mi espíritu, algo que está en nosotros, revoloteando junto al tuyo, susurrándose ambos, sin palabras, sensaciones y emociones que desembocan en un sentimiento mutuo insoldable, eterno. Buscamos la eternidad; nos produce temor, sentimos miedo en ese mismo deseo de eternidad que nos envuelve a cada instante compartido. Estamos unidos desde el primer instante que se cruzaron nuestras miradas. Acaso las palabras se las lleve el viento como cenizas y acaso de ellas resurja nuestro espíritu eterno. Somos y nos dejamos ser en esa identidad sin nombre, realidad en el sueño y sueño que nos aleja del mundo en el que nos conocimos. Hoy construimos henchidos de ilusión, colmados de felicidad y vivos en nuestra sonrisa. Nos sentimos y nos pensamos; tus suspiros son el aire que respiro y tus labios, rozados siempre por caricias de mis suspiros, pasean por mi piel, que transpira amor por ti. Sueño con esa paz que envuelve el sueño en el que vivimos por siempre, juntos y a nuestro lado, juntos y en nuestra esencia.

jueves, junio 29, 2006

Gestos del silencio /1

No encuentro la palabra que llevaba dentro. Quizás la dejase en un lugar tan a buen recaudo que ni a mí se me muestra; tal vez la olvidé en algún mueble o guardada en un cajón; acaso la presté sin saber a quién... escribo pero guardo silencio, también acaso sin saber a quién, como un luto a un desconocido, a un chico con el que jugabas al baloncesto y que estaba enamorado de la chica del periódico con la que colaborabas. Enredos. Y también son las palabras; mejor es callar, pero callar con la palabra. No encuentro la palabra. Callo sin palabra. Es el silencio que duele... Bueno, no duele, es molesto, no molesto, inquieta, no inquietar sino que da vueltas, persigue, como el perro que gira y gira tratando de morderse el rabo, como las palabras buscando morder sin saber a quién y en silencio. Calla y verás, pero no sólo callar, sino que no te salga, que se haya marchado y, sin embargo, te incordie, te inquiete, busque las vueltas como si fuese una paz, una cara del diablo, que siempre se viste de angel. Qué es una palabra, qué significa para mí decir te amo; en qué cambia de decírtelo a decírmelo. Qué diferencia existe entre hablar y sentir, si no pudiese hablar, si no pudiese expresar, si no pudiese recordar, cómo olvidé la palabra, olvidar todo, ¿me amarías?, ¿me amaría?. Qué es mi voz en el silencio, el silencio en el olvido de la palabra, la palabra en el olvido del silencio desespera. Calla y acaríciame mientras mi mano se desliza en tu sentimiento, mis labios siembran primaveras en tu piel y mi amor amanece soles en tu mirada quieta, callada y sentida. No encuentro la palabra, soy un buscador y si encontrase no podría seguir buscando, caminando sin dejar huella. ¿No entiendes?. No encuentro la palabra que llevaba dentro.

domingo, junio 11, 2006

Trazo que me recorres

Para Anahi, mi niña y mi mami
Mi dulce amor eterno no llora a escondidas
sino entre mis brazos.
Quisiera que fueran cielo de donde vienes y
son extensión de mi firmamento,
tan pequeño a tu lado como grande junto a ti.

Mi dulce amor secreto, escondido en el fluir de la vida,
no escatima una sonrisa al sentirme... y suspira...
Desearía universal esa intensidad, no herida ni rebajada;
presente en la humedad del aire de una tarde lluviosa.

Mi ser, mi alma. Por ti siento dudas, por ti me quisiera mejor,
por ti camino hacia ninguna parte recorriéndolas todas,
por ti pienso en existir, en beber de nuestro néctar escondido,
por ti me sueño mago y me realizo en nuestra magia.

Quisiera que mis labios fueran húmedo viento en tu respiración,
me inhalases como respiro tus suspiros y se perpetuase nuestra existencia
en un espíritu único, eterno en la caricia del tiempo,
sin más futuro que un presente sin fin,
sin más fin que un presente continuo, incansable y feliz.

Mi dulce amor sabido, mi amor eterno, público en mi mirada y mi sonrisa,
mi amor sentido a mi alrededor y presente en mi percepción,
sin palabras ni imposturas, sin ficciones ni pensamientos,
por ti deseo que perdure esta paz que nos inspira y
escribo para decirte que he vuelto sin necesidad de irme,
que estoy presente sin necesidad de ser llamado y
que tú, mi espíritu, me otorgas la vida como la perpetuas en el tiempo, y
me colmas de energía que transformo en magia mientras tú sonríes.

Y en esa, en esa sonrisa, se recoge mi niño, alegre en tus brazos,
dormido en la paz de su hogar acogedor, abrazado a tu regalo y
soñando contigo y un mundo onírico.
Así, a ti unido, mi esencia se hace eterna en tu esencia y
nuestro espíritu perdura en el incansable transcurrir del tiempo, ya nuestro.

domingo, junio 04, 2006

Mensaje en una botella

A Marcos (con H intercalada), de un mago escondido.
Te he visto jugar con los niños... Te equivoqué con unos de ellos. Aspirabas, un día, a ser una huella en sus vidas de adultos, ¿recuerdas?. Aún son niños, pero me pareció que eras más espíritu que huella. He pensado en esto, en la diferencia entre una huella y un espíritu, entre querer ser huella en el mañana y ser un espíritu en el presente. No encuentro respuesta. Acaso sea la vida que tuviste de niño o acaso sea el niño que has recuperado después de tanto tiempo. Es como una segunda oportunidad de crecer o como una única ocasión de darle todo lo que no le distes y formar junto a él una familia de las que apenas has visto y, sin embargo, has soñado como si fuese una añoranza. Porque no fue pérdida, fue que no tuviste y pasaste años deseando hasta la extenuación. Y ese agotamiento sepultó al niño como si hubiese fallecido víctima de los malos tratos o atragantado con un hueso de pollo que nadie supo sacarte. ¿Has pensado que, tal vez, tenían miedo de que cerrases la boca y les dieras un buen bocado?. Y si te hubieran abrazado por la espalda te hubieras roto; eres frágil y siempre lo has sido. Ahora te sientes fuerte y haces lo que te gusta porque sabes que la vida es larga para los caminos cortos y se hace corta para los caminos largos. Te he visto con los niños y sonreían en tus brazos y aplaudían al escucharte. Yo sonrío y te escucho sin estar tú delante porque cuando apareces dejo de existir igual que duerme oculta la luna cuando aparece el sol. Sé que no siempre, sé que hay días en que la luna se asoma al cielo como un fondo de agua. Si no se asomase no te habría visto jugar con los niños. Tú, sin embargo, no eres fondo de agua y apareces sólo en tu momento. No apareces en la oscuridad porque la oscuridad desaparece al llegar tú y confundirte entre los niños. Ni te preguntas cómo eres, entonces. Sólo eres. Y me hace sentir bien porque te siento natural, tierno y accesible. No debería hablar así, pero algo cambias en mí, que no soy quien era ni quien proyectaba ser. ¿Es una cuestión de huella o de espíritu?. Quizás ese futuro que siempre mencionamos como referente no sea sino una idea para ahogar nuestra desesperanza o justificar nuestra ilusión. Piensa si la realidad es algo más que mero presente. ¿Imaginas ser siempre espíritu y no dejar huella?. El buen caminante no deja huellas, del libro del Tao que me regalaste; un hombre no bueno es la materia de un hombre bueno. Prefiero no saber de ti, no me cuentes que jugando a las canicas un día conociste a una chica a la que dejaste de hablar por haberte enamorado. Sólo disfrutarte sin más que este presente que me regalas en cada momento. Ya no juegas con los niños, ahora contemplas las hojas de los árboles que el viento mece con caricias y susurros. Tu mirada está perdida y busco la luna asomándose en un fondo de agua. En poco tiempo, anochecerá. Pero, aún es pronto y me gusta verte caminar.

sábado, abril 29, 2006

Mi dulce ilusión

(Fragmento del cuento inicial del libro 'Cuentos a mi padre ausente')

Le hubiese gustado saber qué deseaba en realidad para poder encontrarlo y ofrecérselo, para que todo volviese a ser como antes y él no continuase mirando por la ventana, de pie y con la luz apagada, todos los días de luna. Antes, le llevaban a la cama y le besaban la frente como si fuese a sumirse el tiempo en un letargo tras el cual ellos volverían a estar allí, esperándole con una sonrisa y los brazos buscando darle calor a la luz de la mañana por las ventanas abiertas de par en par, calzando sus pies calientes, avisándole para el desayuno y preparando su ropa del día. No es que hubiese desaparecido todo, si no que ahora las noches eran esperadas con una inquietud molesta que borraba la sonrisa. Su madre le disculpaba; no es que él se sintiese triste, no es que Sergio hubiese hecho algo de lo que arrepentirse, no era algo concreto, sólo el tiempo, sólo eso; el tiempo que nos trae y nos lleva como el mar la vida y aquello que su seno acoge o desecha. En el fondo, no había de qué preocuparse, aunque cada noche de luna, después de ella acostarle en la cama y marcharse a su habitación, él se levantase a escondidas y se acercase a la puerta de la cocina lo suficiente para asomarse y ver a su padre apostado en la ventana, contemplando la luna. Ya apenas había palabras con él, que ni le prestaba atención aunque trajese muy buenas noticias del colegio, como que le habían preguntado y había sabido responder o que había dado su desayuno a uno que lo había perdido y que siempre andaba un poco desastroso y apartado de los demás o que le habían enseñado cómo reciclar la basura en cada cubo. Era como si el mar se lo llevase todo. A veces iba con la pandilla por los acantilados y bajaban a la cala a jugar con cuidado para no llegar empapados a casa. Había ratos en que se quedaba mirando las olas desde una roca y preguntándose si, en realidad, el mar tenía vida o no era todo más que cuentos de su madre. Los marineros se perdían en el mar, eso decían, que el mar se los tragaba, nadie sabía bien por qué. Todos se lo preguntaban (por qué) y nadie decía palabra. Nadie sabía o quien sabía callaba. Era igual, cada vez menos palabras entre ellos y cada vez más distancia. Sólo a ratos volvía a ser el mismo, unos momentitos que Sergio siempre alargaba hasta que ella le pedía que dejara descansar a su padre y su padre le pedía que obedeciese a su madre. Luego, luego, seguirían. Ahí acababa todo. Luego el tiempo se llevaba el momento, lo engullía quien sabe para devolverlo cuándo.

viernes, abril 14, 2006

El jardín imposible

(Fragmento de la novela Camino del mar)
La caminata se hizo lenta y pesada. Poco antes de llegar, las plañideras escondieron su llanto quejumbroso en un pañuelo. Durante el sepelio guardaron silencio, como si las palabras fueran ecos de voces en el cielo y estas voces hablaran en un susurro como de presagio traído por el viento que antecede a la tormenta. Fue después, a partir del ferétro bajando, del sonido de las cuerdas en la caja y de la tierra volviendo a su lugar, acogiendo en su seno oscuro el cuerpo y todo lo que significaba el cuerpo de la señorita Julia, cuando las plañideras comenzaron su llanto progresivo. Una lágrima más seguida de la anterior y dejando un rastro fácil y visible a seguir por la siguiente, y la siguiente cada vez con más y más prisa y más seguida, hasta que la hilera de lágrimas no dejara un instante al aire su rastro y el ruido de lamento al arrastrarse por la piel se hiciera paulatinamente más insoportable, como el chirrido de visagras de una puerta abriéndose y cerrándose de contínuo. Alguien entrando y saliendo, abriendo y cerrando. Santiago dejó escapar una lágrima llevado por la emoción y por un atisbo de dolor, pero secó rápido su rastro con la manga del abrigo antes de que alguien se diera cuenta.
Todo el camino de vuelta buscó a Victoria con la mirada y no la encontró entre la gente. Al llegar al cruce de caminos las plañideras y algunos del pueblo se quedaron allí para continuar su llanto, dar cuenta de las viandas de los cestos y despedir al alma de la difunta con oraciones al retablo. Carla y su madre caminaban unos pasos por delante, sin hablar. Carla se separó y fue hacia Victoria, a la que Santiago sólo pudo ver cuando, para encontrarse con Carla, salió del círculo de mayores que la coultaba. Las dos cuchichearon y sonrieron; Santiago se mantenía serio como el párroco porque era un entierro, pero ellas sonreían y hablaban como si fuera un día más y estuvieran en la plaza o en el cerro. Al acabar se acercaron a Santiago, aún junto a su padre, y Victoria le susurró sin acercarse al oído: 'eres un llorica; un llorica y un cobarde'. Y se miraron. Carla reía. 'Ni una palabra, le da igual', prosiguió. 'Me marcho Carla, ya nos veremos'. Y se marchó. El padre de Santiago continuaba mudo y absorto en todo aquello que le separaba de lo que no quería intuir, escuchar, percibir, ver ni sentir.
Aquella noche Santiago no lloró; se acercó en sueños a casa de Victoria y siseó bajo su ventana. Ella le esperaba. Sin encender ninguna luz, Victoria se deslizó por las paredes y se acercó a Santiago para besarle en la mejilla. Cogidos de la mano pasearon por el camino hasta llegar a la encrucijada. Allí se escondieron entre unos arbustos desde los que divisar el cruce. Cuando Victoria estaba a punto de besarle se escucharon unos pasos arrastrándose por el camino. Por los gemidos parecía una procesión como la del entierro. 'Vamos más cerca. No, Victoria, escóndete. Vamos, cobardica, no volverás a ver esto'. Y se marchó. Santiago quiso impedirlo, pero Victoria se acercaba a la cruz. Una hilera de llamas suspendidas en el aire aparecieron por el recodo del camino envueltas en una niebla translúcida igual a un vestido de seda blanco. Al llegar a la cruz no se detuvieron, sino que Victoria cada vez más cerca, más inmóvil sin apartar la mirada, sólo un paso más para ver mejor, sin una palabra, sino los pasos en la tierra y los gemidos en el aire haciendo bailar las llamas, que iban y venían oscilando en el pabilo de los cirios, alargándose al cielo como los cipreses y abrasando la cera a su alrededor, iluminando los ojos de Victoria sin apartarse, sin disimular, sin correr a esconderse, sin huir, sin ningún temor, sin miedo a esa paz vestida de blanco cruzando por su camino salmodiando palabras ininteligibles; tan cerca que un alma pudiera aproximarse a ella sin separarse apenas de las demás, como para susurrarle un beso en la oreja, sólo que entregándole un cirio que ella, absorta, tomó en sus manos, abrazó entre sus pálidos dedos con la ilusión de un sentimiento nuevo que la hacía olvidar y dejar de ser todo lo que hasta entonces había sido, para sentir el movimiento de sus pasos arrastrándose en procesión por el camino que llevaba la Santa Comparsa, más allá del punto donde agonizó la mirada incrédula de Santiago, en los últimos vestigios de una neblina blanca que se disipó en muy poco tiempo, oscureciéndose. Cuando la mirada retornó de aquel punto se escondió en el silencio y fingió no haber regresado aún. Los párpados se cerraron bajo el sopor del sueño y un vacío negro como las entrañas de un pozo sin fondo tensó los músculos hasta adormecerlos por el frío.

sábado, abril 08, 2006

La furia y el caballo

(fragmento del relato)
Muchos escritores han vivido en cuartuchos como estos, tienen su lado entrañable. Apenas entra un alfiler, pero lo tienes todo a mano. El armario, la mesilla, la cama... ventanas no hay, es siempre una lámpara con ventilador de las que venden en cualquier centro. Están muy de moda. Mis padres instalaron aire acondicionado. Prefiero el ventilador, las aspas girando y girando. Si lo piensas es un poco como el mundo, te quedas atrapado como al mirar el fuego y la vida se queda reducida a cenizas, a la levedad de la intrascendencia. Y te rayas, porque te ves como la mínima parte de la nada. Y no es así, somos importantes. El mundo es una miseria, pero nosotros somos importantes. No todos, pero la mayoría. Te rayas con las aspas y pierdes la noción. Es una tarde perdida. Una más.

sábado, marzo 25, 2006

Teñida mirada que escondieses

(Vómito)
Lo que escuchas no son las olas,
es el vacío de las olas
tronando en la soledad de la arena.
Qué noche más triste,
qué tristeza tan desoladora.
Murmuras palabras en lugar
de vida las olas,
no callas ni callan;
tú buscas silencio,
ellas tu murmullo.
Pero, sólo truena el vacío
y tú piensas que son las olas.

jueves, marzo 09, 2006

Desesperanza

(Vómito)
En la profundidad del verde infinito
de una desesperanza,
la voz de lo que era tu mundo
se apaga en la inmensidad
de una existencia tan sin límites
que acaso no exista.

En el seno de tu mirada apagada,
cobijo de la sonrisa que añoras,
la búsqueda continua del lugar
que llamas tuyo
se extingue en el cansancio,
en el tiempo de un suspiro prolongado,
en la profundidad del verde infinito.

Y, sin embargo, sigues creyendo
que un espíritu perdido
volverá a filtrarse como el agua por la arenisca,
dibujando nuevamente un sueño,
transparencia de una ilusión en el desierto.

jueves, febrero 23, 2006

Espíritu eterno

(A mis amigas de Secaiza y a ese mi hogar entrañable) www.secaiza.com
Sobrevuelan los gritos de las grullas
la laguna sumida
en la inmensidad del cielo abierto,
océano claro en el agua de las nubes,
silencio natural rasgado por el vuelo;
descansa la paz
en el hogar añorado,
buscado a ciegas y hallado lejos
de nuestro entorno,
una vez perdido, dónde y cuándo.

Camino sin rumbo por el entramado de senderos,
siempre antes del agua salada,
antes de sentarme a contemplar,
de velarme en el silencio o inundarme de cielo
más allá de las montañas,
más allá de la llanura,
más allá del horizonte.

A este rincón de armonía
llega la palabra entrelazada con la música
para el sosiego y el despertar,
alcanza el atardecer a la mirada
en una cena a la luz de las velas
y la rosa de una sonrisa continuada.

De este rincón inmenso
se fuga la palabra en perspectiva
a puntos dispersos
que se pierden en las estrellas.

Un deseo fugaz que permanece en el tiempo,
más allá de la condición humana,
cerca de un espíritu eterno.

Un gran abrazo para las chicas de Secaiza y una sonrisa filtrada
por la lluvia de estrellas en el anochecer y movida por el aire de la
mañana.

jueves, febrero 16, 2006

Espíritu escondido

(A mis amigas de Secaiza y a ese mi hogar entrañable) www.secaiza.com
Pienso en volver a las sendas
que entre los dedos de un suspiro
recorren la laguna de mis lágrimas,
añoro sentir de nuevo a su lado,
el lado de las sendas,
al lado del cielo,
cerca de la escalera entre las nubes,
sentir de nuevo el aire en mis mejillas
sonrojados mis ojos, ciegos de mirarte,
mar fundido en la libertad,
en la paz de nada siendo nadie
o acaso parte en el tiempo de esa imagen.
Pienso en regresar a la viva estampa
para dar vida a los senderos recorridos
buscando, en ese regreso, nuevos caminos
abiertos por los nuevos pasos.
En sonreir pienso cuando os siento;
manso lago, anfitrionas entrañables,
corazones al atardecer de la jornada,
en el amanecer de un nuevo día,
fiel aroma del aire.
Reflexiono en la vida que crece en ese lugar de mi mismo
con aspecto de vuestro hogar compartido
y con corazón de eterna verdad
y pienso, siento en lo profundo,
que en poco tiempo
todo será nuevo a mi regreso
siendo todo un viejo amigo.

sábado, enero 28, 2006

Retrato

(fragmento inicial del relato, publicado en 'Textos de mentira')

A menudo se piensa que esas farolas encendidas son como agujeros en la calle a oscuras en los que algunas personas insisten en refugiarse como si fueran islas donde esperar a que vengan a buscarlas. Generalmente caminan despacio por estos agujeros hasta cruzarlos y adentrarse de nuevo en la zona de más oscuridad; allí aceleran el paso para llegar a la siguiente isla, con la excusa de que van a perder el tren y tienen que entrar a trabajar. Gloria, apoyada en la pared sin moverse, imaginaba aquel espacio de luz como el que recorren las ondas que se forman en el agua al dejar caer una piedra en el estanque. Apoyada en la pared, recibía las vibraciones de aquellas ondas en su cuerpo como si se trataran de las olas que se extinguen en la arena de la playa. El ruido de un motor acercándose cayó en aquel espacio de luz y esperó que fuese por fin la furgoneta, que ya se retrasaba. No es que deseara que viniese. Eso ya era indiferente que lo deseara o no, una posibilidad inalcanzable de elección. No era el deseo quien esperaba sino la amenaza de las consecuencias de escapar y desaparecer, cirniéndose sobre cualquier deseo posible. No podía desaparecer, aunque deseara no haber aparecido nunca. Tenía que esperar y desear tan sólo que aquel ruido fuera la furgoneta porque hacía frío y tenía hambre y ya estaba ccansada de esperar. Se movió unos pasos para refugiarse en la zona de penumbra que acababa extinguiéndose en la oscuridad, de forma que sólo pudiera verla quien se detuviese expresamente a buscarla, quien supiera que ella estaba allí, sólo los de la furgoneta. Un coche viejo y destartalado tomó la curva a velocidad, las luces de freno se encendieron por un segundo, y desapareció calle abajo. Gloria salió de la penumbra y regresó a la pared; allí apoyó de nuevo la espalda y el pie y, con las manos en los bolsillos del vaquero, continuó esperando.

En la esquina de la calle había un buzón de Correos. Le gustaría tener alguien a quien escribir, aunque no iba a saber qué decirle. Había, en realidad, tantas cosas por explicar que no sabía cómo explicar algunas sin las otras. Todo era como un gran océano desordenado en el que la vida adoptaba infinitas formas y muchas de ellas eran irreconocibles. Su cabeza era como un océano y ahora se encontraba en la playa, recibiendo las olas del mar en la playa. con un amigo al que escribir hubiera podido imaginar que los dos estaban abrazados en la playa y que la subida de la marea les había sorprendido. Quizás, incluso, con un amigo ella no estaría en este lugar.

No tenía reloj, pero la furgoneta debía pasar a recogerla a las once en punto, después de dejarla en casa de aquel hombre a las nueve. Aquel hombre le había ofrecido antes un café y unas madalenas. Era como todos, eso sí. Pero nunca le habían dado de merendar. No obstante, Gloria había salido casi a las diez y media de la casa y después se había entretenido con algún escaparate de camino al buzón, pero estaba segura de no haber llegado tarde. Además, la furgoneta hubiera esperado, aunque fuese escondida en algún sitio para vigilar sin ser vista.

Hay personas que piensan cosas por el estilo: que si te mojas encojes, que las zanahorias son buenas para la vista o cosas parecidas. Gloria comenzó a pensar que eran tantas las olas que mojaban su cuerpo, que comenzaba a sentirse una reluciente estatua de sal de mar. La sal de mar no se diluye en el agua, por lo que no había por qué temer la lluvia o cualquier otra cosa que pudiera diluirla, haciéndola desaparecer. El buzón en la esquina y ella en la pared comenzaban a ser objetos condenados a permanecer allí, bajo la luz de la farola, sin ser escuchados ni atendidos por nadie. Objetos de la calle.

Algo que se había detenido a ver era una esfera de cristal en una tienda de antigüedades. Podía tener el tamaño del estómago de Gloria y era lisa y perfecta, transparente cuando la luz del sol no incidía directamente sobre su superficie y con unos colores que Gloria nunca había visto, tenues y perennes (tímidos) cuando la luz se entremetía por el interior de la esfera como si se conocieran de siemprey celebraran alguna fiesta o jugaran a buscar colores comunicándose por medio de un lenguaje inalcanzable, una red de entendimiento y de paz lejanos; tan lejanos que acaso únicamente en los sueños, en la imaginación, o en cualquier otro lugar apartado.

Hace un rato había pensado en volver, pero la tienda estaría ya cerrada, de hecho estaban recogiendo todo cuando ella se detuvo y tampoco quería arriesgarse a que viniera la furgoneta y no la encontrase. Sin sacarlas de los bolsillos deslizó lentamente sus manos, con las palmas abiertas y hacia abajo, por los muslos de sus piernas, hasta que formaron un puente sobre su sexo. Las apoyó sobre él y sintió el tejido de los bolsillos rozando el vello púbico que ocultaba su odio, ¿su odio?, y permaneció un momento así, sin continuar bajando hacia la vulva, hacia ese agujero en la noche que aún retenía organismos ajenos, manteniendo sólo las manos en la superficie. Sus ojos miraban el buzón y ella pensaba en la esfera de cristal imaginándose convertida en una estatua de sal, con un océano en la cabeza en el que habitaban infinitas formas de vida y muchas cosas que explicar sin tener a quién, pequeñas islas perdidas en el océano, en una inmensidad en la que era mejor no pensar.

sábado, enero 07, 2006

Alma blanca

(fragmento inicial del relato, publicado en la revista El celador)
El aire lo degenera todo. Hace que las cosas se degraden poco a poco, sin apenas sentirlo. Un día se corrompen y no queda atisbo de lo que fueron. Es así. El día en que metieron a Irene en nuestra clase, no lo sabía aún. Pero, es así. Es el aire que respiramos lo que nos echa a perder. Se incorporaba un mes tarde y todos trataban de ayudarla a ponerse al día. Sabiendo que sólo querían seducirla, ella les despachaba y se unía a las demás. No había muchas clases que recuperar, pero ella parecía saberlo todo. La misma tarde que vino, el tiempo se estropeó y cayó la primera lluvia del invierno. La lluvia que delataba el verdadero comienzo del curso, que presagiaba el abrigo, la bufanda, las tardes frías en casa y los zapatos embarrados. Esa tarde llegué calado hasta el tuétano y mi madre me llevó enseguida al baño para que no manchara nada y me secase enseguida antes de coger una pulmonía. Después ya vinieron la merienda y los deberes en mi habitación y, con los deberes, llegó mi padre, también chorreando. Me puse con los de Lengua porque si me pillaban escribiendo podría decir que era una redacción para el día siguiente. Me desahogaba escribiendo una supuesta carta a Irene; una carta estúpida que no iba a entregar porque, en el fondo, soy cobarde. No me amilano para dar la cara, pero para expresarme, para contar lo que siento, soy cobarde y lo escondo. En una ocasión, Armando y yo discutimos por una jugada mía en un partido que echamos en el recreo. Acabamos peleándonos y, al día siguiente, quise decirle que aquello no iba a ningún lado. Pelearnos apenas empezar las clases, después de no vernos en todo el verano, no merecía la pena. Menos aún porque le podía y no me gustaba zurrar a un amigo. Nunca nos habíamos peleado y, al fin y al cabo, aquel día íbamos en el mismo equipo. Hubiera deseado acercarme y decirle: venga, tío, olvidémoslo todo. Y no fui capaz. Tuve que zurrarle para no quedar mal. Pensaba que haría el ridículo o que se reirían de mí. No hay nada peor que eso; nada peor a ser el hazmerreír de todo el grupo. Luego estás jugando un partido y sus voces y sus risas te hacen no dar pie y hacer aún más el cantinflas y dejan de fijarse en ti. Escribiendo, al menos, saco un poco lo que llevo dentro y es algo que no va a ningún lado, nadie lo lee y todo se queda para uno, aunque bien le hubiese dicho cuatro palabras a esa pretenciosa. Cuando me ha gustado una tía, he jugado a imaginarme invisible para poder entrar a su habitación a hablarle. Me hacía sentirme escuchado. Y sentirme parte de algo. Pero esa tarde no era así, necesitaba soltar las riendas de mi aversión y escribí hasta la hora de la cena. A esa hora, me senté a la mesa y me enganché al televisor. Mi padre veía las noticias: seguían buscando a la chica que llevaba tres días desaparecida. Seguro que, harta de sus padres, se habría fugado con cualquiera, pero seguían buscándola como si de verdad pudiesen encontrarla. No tenían pistas sobre su paradero y, hasta el momento, sólo rastreaban la zona hasta con perros. Eso era todo, varios días sólo con eso: buscando.

La llegada

(fragmento final del relato, publicado en 'Textos de mentira')
Debería levantarme del suelo, no continuar arrastrándome desesperado por moverme sin perder un segundo y buscar dónde resguardarme, encontrar fuerzas primero para llegar, alcanzar algo muy próximo a lo que hubiera deseado, pero lejos, muy lejos, de lo que realmente deseaba. Sin llegar a ningún sitio concreto esperando la llegada de los perros furiosos que me hacen huir; quizá fuera mejor esperar esta llegada que no esperar ya nada (ni llegar yo como llegan los perros rabiosos aun remanso tranquilo). Ahora está siempre en la memoria aquello que no se olvida y lejos, muy lejos, de llegar a la tierra de mis deseos, mi espacio propio, la tierra donde había estado mi ilusión cuando yo era pequeño y donde yo quería que regresara pronto llevándome con ella, estará en la memoria la huída desencadenada, la necesidad de huir incesantemente, buscando, quizá, una llegada definitiva a aquella tierra donde un día estuvo mi ilusión, mi ilusión ya muerta sin haberme llevado con ella a sitio alguno (no sé si hubiera querido). La necesidad de huir como de comer, una cama donde dormir, encontrar un lugar, levantarme de verdad del suelo y tratar de llegar a las rocas hasta que deje de llover. Un día. Un sólo momento.