Jorge sentado en la escalera
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domingo, marzo 23, 2008
miércoles, mayo 30, 2007
Gestos del silencio /10
Gestos del silencio /9
lunes, mayo 28, 2007
Efímero
domingo, mayo 06, 2007
Mirada perdida
que desnuda corre por el cielo,
me pierdo en sueños de nubes
que me confunden
y me llevan por un tormentoso río
que se desboca.
Si dejo volar mi mente,
se desbocan mis sueños,
que desangelados corren por la furia,
por la opresión del castigo,
por la borrosa ilusión fatigada.
Si dejo que mi mirada te recorra,
tus ojos se inquietan y desbrozan mi pérdida...
Confieso que siento,
que sufro como amo y amo como lloro,
que en mis lágrimas hay vida
como en cada suspiro de felicidad
por los que nos entregamos.
Confieso que siento...
Confieso que siento...
miércoles, abril 25, 2007
El agua y la calle
domingo, marzo 04, 2007
Mis ojos
miércoles, febrero 21, 2007
La puerta
jueves, diciembre 14, 2006
En un rincón
miércoles, noviembre 29, 2006
Roto silencio
Cercana la hora de la zarpa, la sirena del barco emitió su primer aviso a los pasajeros en tierra, extinguiéndose pronto su lamento en el aire. Todos se encontraban a bordo, pero el capitán cumplía el procedimiento; no olvidaba su sueño de surcar las aguas saladas con otros cometidos que aquel de llevar a los familiares con las tinajas de sus muertos para arrojar las cenizas al río. Soñaba en medio de su realidad: la barcaza estaba a punto de salir del muelle. El muelle nunca había dejado de quejarse al paso de los operarios y de las tinajas. Al pasear de noche por el muelle, cesada ya la actividad y amarradas a puerto las barcazas, la sensación de que las tablas dudaban entre quejarse o respetar el silencio de los muertos, invadía con un escalofrío el cuerpo. Dudaban y se quejaban. Un quejido diferente que filtrándose cada vez más amargo y más persistente; persistía más cruel, más cruel que el deber de partir en la barcaza para esparcir las cenizas al río. ¿Y si fueran mis cenizas o las cenizas de un ser amado con el corazón?. En el fondo, moría una parte del propio pasado al entregar las cenizas.
El segundo toque de sirena fue definitivo y la tripulación se puso en movimiento. Retiraban las amarras y comenzaban a levar anclas cuando la vieja irrumpió en el muelle. Todos los movimientos de la tripulación se detuvieron en seco a una voz del capitán. Sofocada y todo, la vieja aún podía gritar. Su carrera era torpe. ‘¡Paren!. Paren. Deténganse. Paren. Esperen. Esperen’. Cada palabra como un paso; un logro que la acercaba al muelle sin que el barco se inmutara sino en su balanceo en las aguas calmas, dudando si acercarse a la vieja de luto. Guardaba la tinaja en el nicho de sus brazos igual que si cobijara un recién nacido al que no podía despertar. No alcanzaba a distinguirse más que las sombras de la tinaja. Todos esperaron. Un tripulante la espetó a que se tranquilizase, el barco no zarparía sin ella. Ella redujo su carrera a pasos cortos y rápidos. Las tablas no crujieron. Cuando alcanzó la nave, el mismo tripulante le ayudó a subir. Hizo una señal con los brazos al capitán y se emprendieron las operaciones de separación del muelle, la proa buscó el horizonte hacia el que emprender el recorrido y pronto la barcaza enfrentó el cauce y se dispuso a seguir la corriente.Una vez más calmada, el tripulante se marchó a continuar sus labores y la vieja se quedó sola, asomada a la quilla y contemplando el trecho de río aún por recorrer, en tanto recuperaba el resto del resuello. Las aguas parecían tranquilas y el momento guardaba un perfil de sosiego y belleza que le trajo la memoria de Luca, ahora en el cobijo de sus brazos, que le mantenían cerca de su cuerpo y no lo soltaban. Era mayor ya para llorar, así que no debía hacerlo. En sus primeros encuentros él se lo dijo: “serías incapaz de soltar una lágrima aunque algo se te metiera en el ojo. No sabes llorar”. Eso le dolió. Entonces eran muy jovenes. Los dos estudiaban pintura en la misma academia y él era el centro de todas porque era italiano y su acento enloquecía cuando bromeaba o piropeaba a cualquiera. Siempre daba ánimos y se apuntaba a todas las salidas del grupo. A los dos años se marchó a su país. Al parecer, su padre había enfermado y no había perspectivas de que fuese a mejorar. Para entonces, los dos habían compartido momentos cargados de significado, sin llegar a declararse sentimientos que pudieran colmarles de felicidad hasta la asfixia ni arrojarles a un pozo de lágrimas en el que quedar atrapados. Y cuando él se marchó, ella siguió sus estudios, que ya no la permitieron muchas salidas con amigos que la acercasen a relaciones que rozaran la intimidad. Todo se veía ya desde otra perspectiva. Nos parece que los pasos son siempre los mismos y no llevan nunca sentido alguno y carecen de propósito. Sin embargo, cada paso es una alteración del anterior y desde el barco su vida le pareció un sinfín de cambios entrelazados para dotar de significado su existencia. Luca regresó hace tres años y la encontró en casa. En la misma casa de siempre.
lunes, octubre 30, 2006
Gestos del silencio /8
lunes, octubre 16, 2006
Para las olas
la palabra y el silencio,
el ruido y la calma,
la cotidianeidad mece mis sentidos,
atormentados en la muda voz de una tormenta presentida
o imaginaria,
aquietados en el tumulto del movimiento incesante
o existencial.
Para las olas que callan en la palabra y
reclaman a voces en la suavidad de la caricia,
que escriben su reclamo con finas estrías en la arena muda
que lo silencian,
para vosotras, que sacudís el barco hasta hundirlo
y que lleváis a tierra las hojas arrancadas de los árboles
y robadas de su regazo,
que tan pronto sonreís como os imponéis,
para vosotras, sinuosas curvas desenfadadas de la naturaleza,
mis palabras y mis silencios,
mi ruido y mi calma,
mis anhelos y mis suspiros,
mi muerte y mi vida,
en el camino que dibujo a ciegas,
las estrías de mis pisadas y
la mirada que acaricia el suelo que no piso.
A vosotras que váis y que venís,
que lleváis y que traéis,
brindo mi espíritu cansado de ir y venir,
de llevar y de traer,
con trucos de mago,
con la ilusión de hacer visible lo inesperado y
posible lo inimaginable,
y de convertir en vida un sueño retardado
y otro perdido,
como si todo hubiera sido tan descuidado
como una ola de paso que me despeinó.
miércoles, octubre 04, 2006
Ramas en el jardín
miércoles, septiembre 06, 2006
Gestos del silencio /7
martes, agosto 29, 2006
Gestos del silencio /6
martes, agosto 08, 2006
Gestos del silencio /5
aire de vida.
Un espíritu niño, un niño encontrando tu amor en cada juego,
cada rincón, cada peldaño, cada instante de vida.
Una gota de lluvia, un silencio que fluye, la energía de una sonrisa
que aflora al sentirte, pensarte, saberte, anhelarte.
En esta isla secreta, refugio de mi espíritu, con el tuyo hoy compartido, encontramos nuestro corazón,
trazando suspiros en una sonrisa en silencio y, en silencio,
recorremos los trazos que con el dedo en la arena
nuestro niño dibuja esperando descubrir en ella
el amigo invisible soñado, verse a sí mismo en una parte de sí que no es él,
hoy somos tú y yo:
la niña preguntó: ‘¿Qué dibujas?’,
‘no sé’, ocultó él,
‘se parece a ti’, se acercó un poco más al mago,
‘sólo es un dibujo’,
‘te ayudaré’, se sentó a su lado y comenzaron a trazar dibujos con el dedo.
Hoy silba el viento y lleva nuestro aire,
nos encontramos una y otra vez en la arena y
nos pedimos salir cada vez de nuevo, con picardía,
como si hoy, también, fuera el primer día y quisiera pasear contigo,
comprar un helado, caminar de la mano y seguir viviendo en el sueño
de ser juntos la magia que antes añorábamos por separado y
que hoy vivimos a nuestro lado, la flor que cada día se abre
para amanecer con una fragancia nueva,
el sueño vivido mientras se sueña
para ser siempre intensa la vida que juntos caminamos,
la caricia que entre sueño y aroma perdura en tus sentidos
para expresar el amor que por ti siento en la felicidad que creamos...
agradable suspiro.
sábado, julio 22, 2006
Gestos del silencio /4
jueves, julio 06, 2006
Gestos del silencio /3
miércoles, julio 05, 2006
Gestos del silencio /2
jueves, junio 29, 2006
Gestos del silencio /1
domingo, junio 11, 2006
Trazo que me recorres
sino entre mis brazos.
Quisiera que fueran cielo de donde vienes y
son extensión de mi firmamento,
tan pequeño a tu lado como grande junto a ti.
Mi dulce amor secreto, escondido en el fluir de la vida,
no escatima una sonrisa al sentirme... y suspira...
Desearía universal esa intensidad, no herida ni rebajada;
presente en la humedad del aire de una tarde lluviosa.
Mi ser, mi alma. Por ti siento dudas, por ti me quisiera mejor,
por ti camino hacia ninguna parte recorriéndolas todas,
por ti pienso en existir, en beber de nuestro néctar escondido,
por ti me sueño mago y me realizo en nuestra magia.
Quisiera que mis labios fueran húmedo viento en tu respiración,
me inhalases como respiro tus suspiros y se perpetuase nuestra existencia
en un espíritu único, eterno en la caricia del tiempo,
sin más futuro que un presente sin fin,
sin más fin que un presente continuo, incansable y feliz.
Mi dulce amor sabido, mi amor eterno, público en mi mirada y mi sonrisa,
mi amor sentido a mi alrededor y presente en mi percepción,
sin palabras ni imposturas, sin ficciones ni pensamientos,
por ti deseo que perdure esta paz que nos inspira y
escribo para decirte que he vuelto sin necesidad de irme,
que estoy presente sin necesidad de ser llamado y
que tú, mi espíritu, me otorgas la vida como la perpetuas en el tiempo, y
me colmas de energía que transformo en magia mientras tú sonríes.
Y en esa, en esa sonrisa, se recoge mi niño, alegre en tus brazos,
dormido en la paz de su hogar acogedor, abrazado a tu regalo y
soñando contigo y un mundo onírico.
Así, a ti unido, mi esencia se hace eterna en tu esencia y
nuestro espíritu perdura en el incansable transcurrir del tiempo, ya nuestro.
domingo, junio 04, 2006
Mensaje en una botella
sábado, abril 29, 2006
Mi dulce ilusión
Le hubiese gustado saber qué deseaba en realidad para poder encontrarlo y ofrecérselo, para que todo volviese a ser como antes y él no continuase mirando por la ventana, de pie y con la luz apagada, todos los días de luna. Antes, le llevaban a la cama y le besaban la frente como si fuese a sumirse el tiempo en un letargo tras el cual ellos volverían a estar allí, esperándole con una sonrisa y los brazos buscando darle calor a la luz de la mañana por las ventanas abiertas de par en par, calzando sus pies calientes, avisándole para el desayuno y preparando su ropa del día. No es que hubiese desaparecido todo, si no que ahora las noches eran esperadas con una inquietud molesta que borraba la sonrisa. Su madre le disculpaba; no es que él se sintiese triste, no es que Sergio hubiese hecho algo de lo que arrepentirse, no era algo concreto, sólo el tiempo, sólo eso; el tiempo que nos trae y nos lleva como el mar la vida y aquello que su seno acoge o desecha. En el fondo, no había de qué preocuparse, aunque cada noche de luna, después de ella acostarle en la cama y marcharse a su habitación, él se levantase a escondidas y se acercase a la puerta de la cocina lo suficiente para asomarse y ver a su padre apostado en la ventana, contemplando la luna. Ya apenas había palabras con él, que ni le prestaba atención aunque trajese muy buenas noticias del colegio, como que le habían preguntado y había sabido responder o que había dado su desayuno a uno que lo había perdido y que siempre andaba un poco desastroso y apartado de los demás o que le habían enseñado cómo reciclar la basura en cada cubo. Era como si el mar se lo llevase todo. A veces iba con la pandilla por los acantilados y bajaban a la cala a jugar con cuidado para no llegar empapados a casa. Había ratos en que se quedaba mirando las olas desde una roca y preguntándose si, en realidad, el mar tenía vida o no era todo más que cuentos de su madre. Los marineros se perdían en el mar, eso decían, que el mar se los tragaba, nadie sabía bien por qué. Todos se lo preguntaban (por qué) y nadie decía palabra. Nadie sabía o quien sabía callaba. Era igual, cada vez menos palabras entre ellos y cada vez más distancia. Sólo a ratos volvía a ser el mismo, unos momentitos que Sergio siempre alargaba hasta que ella le pedía que dejara descansar a su padre y su padre le pedía que obedeciese a su madre. Luego, luego, seguirían. Ahí acababa todo. Luego el tiempo se llevaba el momento, lo engullía quien sabe para devolverlo cuándo.
viernes, abril 14, 2006
El jardín imposible
sábado, abril 08, 2006
La furia y el caballo
sábado, marzo 25, 2006
Teñida mirada que escondieses
es el vacío de las olas
tronando en la soledad de la arena.
Qué noche más triste,
qué tristeza tan desoladora.
Murmuras palabras en lugar
de vida las olas,
no callas ni callan;
tú buscas silencio,
ellas tu murmullo.
Pero, sólo truena el vacío
y tú piensas que son las olas.
jueves, marzo 09, 2006
Desesperanza
de una desesperanza,
la voz de lo que era tu mundo
se apaga en la inmensidad
de una existencia tan sin límites
que acaso no exista.
En el seno de tu mirada apagada,
cobijo de la sonrisa que añoras,
la búsqueda continua del lugar
que llamas tuyo
se extingue en el cansancio,
en el tiempo de un suspiro prolongado,
en la profundidad del verde infinito.
Y, sin embargo, sigues creyendo
que un espíritu perdido
volverá a filtrarse como el agua por la arenisca,
dibujando nuevamente un sueño,
transparencia de una ilusión en el desierto.
jueves, febrero 23, 2006
Espíritu eterno
la laguna sumida
en la inmensidad del cielo abierto,
océano claro en el agua de las nubes,
silencio natural rasgado por el vuelo;
descansa la paz
en el hogar añorado,
buscado a ciegas y hallado lejos
de nuestro entorno,
una vez perdido, dónde y cuándo.
Camino sin rumbo por el entramado de senderos,
siempre antes del agua salada,
antes de sentarme a contemplar,
de velarme en el silencio o inundarme de cielo
más allá de las montañas,
más allá de la llanura,
más allá del horizonte.
A este rincón de armonía
llega la palabra entrelazada con la música
para el sosiego y el despertar,
alcanza el atardecer a la mirada
en una cena a la luz de las velas
y la rosa de una sonrisa continuada.
De este rincón inmenso
se fuga la palabra en perspectiva
a puntos dispersos
que se pierden en las estrellas.
Un deseo fugaz que permanece en el tiempo,
más allá de la condición humana,
cerca de un espíritu eterno.
jueves, febrero 16, 2006
Espíritu escondido
que entre los dedos de un suspiro
recorren la laguna de mis lágrimas,
añoro sentir de nuevo a su lado,
el lado de las sendas,
al lado del cielo,
cerca de la escalera entre las nubes,
sentir de nuevo el aire en mis mejillas
sonrojados mis ojos, ciegos de mirarte,
mar fundido en la libertad,
en la paz de nada siendo nadie
o acaso parte en el tiempo de esa imagen.
Pienso en regresar a la viva estampa
para dar vida a los senderos recorridos
buscando, en ese regreso, nuevos caminos
abiertos por los nuevos pasos.
En sonreir pienso cuando os siento;
manso lago, anfitrionas entrañables,
corazones al atardecer de la jornada,
en el amanecer de un nuevo día,
fiel aroma del aire.
Reflexiono en la vida que crece en ese lugar de mi mismo
con aspecto de vuestro hogar compartido
y con corazón de eterna verdad
y pienso, siento en lo profundo,
que en poco tiempo
todo será nuevo a mi regreso
siendo todo un viejo amigo.
sábado, enero 28, 2006
Retrato
A menudo se piensa que esas farolas encendidas son como agujeros en la calle a oscuras en los que algunas personas insisten en refugiarse como si fueran islas donde esperar a que vengan a buscarlas. Generalmente caminan despacio por estos agujeros hasta cruzarlos y adentrarse de nuevo en la zona de más oscuridad; allí aceleran el paso para llegar a la siguiente isla, con la excusa de que van a perder el tren y tienen que entrar a trabajar. Gloria, apoyada en la pared sin moverse, imaginaba aquel espacio de luz como el que recorren las ondas que se forman en el agua al dejar caer una piedra en el estanque. Apoyada en la pared, recibía las vibraciones de aquellas ondas en su cuerpo como si se trataran de las olas que se extinguen en la arena de la playa. El ruido de un motor acercándose cayó en aquel espacio de luz y esperó que fuese por fin la furgoneta, que ya se retrasaba. No es que deseara que viniese. Eso ya era indiferente que lo deseara o no, una posibilidad inalcanzable de elección. No era el deseo quien esperaba sino la amenaza de las consecuencias de escapar y desaparecer, cirniéndose sobre cualquier deseo posible. No podía desaparecer, aunque deseara no haber aparecido nunca. Tenía que esperar y desear tan sólo que aquel ruido fuera la furgoneta porque hacía frío y tenía hambre y ya estaba ccansada de esperar. Se movió unos pasos para refugiarse en la zona de penumbra que acababa extinguiéndose en la oscuridad, de forma que sólo pudiera verla quien se detuviese expresamente a buscarla, quien supiera que ella estaba allí, sólo los de la furgoneta. Un coche viejo y destartalado tomó la curva a velocidad, las luces de freno se encendieron por un segundo, y desapareció calle abajo. Gloria salió de la penumbra y regresó a la pared; allí apoyó de nuevo la espalda y el pie y, con las manos en los bolsillos del vaquero, continuó esperando.
En la esquina de la calle había un buzón de Correos. Le gustaría tener alguien a quien escribir, aunque no iba a saber qué decirle. Había, en realidad, tantas cosas por explicar que no sabía cómo explicar algunas sin las otras. Todo era como un gran océano desordenado en el que la vida adoptaba infinitas formas y muchas de ellas eran irreconocibles. Su cabeza era como un océano y ahora se encontraba en la playa, recibiendo las olas del mar en la playa. con un amigo al que escribir hubiera podido imaginar que los dos estaban abrazados en la playa y que la subida de la marea les había sorprendido. Quizás, incluso, con un amigo ella no estaría en este lugar.
No tenía reloj, pero la furgoneta debía pasar a recogerla a las once en punto, después de dejarla en casa de aquel hombre a las nueve. Aquel hombre le había ofrecido antes un café y unas madalenas. Era como todos, eso sí. Pero nunca le habían dado de merendar. No obstante, Gloria había salido casi a las diez y media de la casa y después se había entretenido con algún escaparate de camino al buzón, pero estaba segura de no haber llegado tarde. Además, la furgoneta hubiera esperado, aunque fuese escondida en algún sitio para vigilar sin ser vista.
Hay personas que piensan cosas por el estilo: que si te mojas encojes, que las zanahorias son buenas para la vista o cosas parecidas. Gloria comenzó a pensar que eran tantas las olas que mojaban su cuerpo, que comenzaba a sentirse una reluciente estatua de sal de mar. La sal de mar no se diluye en el agua, por lo que no había por qué temer la lluvia o cualquier otra cosa que pudiera diluirla, haciéndola desaparecer. El buzón en la esquina y ella en la pared comenzaban a ser objetos condenados a permanecer allí, bajo la luz de la farola, sin ser escuchados ni atendidos por nadie. Objetos de la calle.
Algo que se había detenido a ver era una esfera de cristal en una tienda de antigüedades. Podía tener el tamaño del estómago de Gloria y era lisa y perfecta, transparente cuando la luz del sol no incidía directamente sobre su superficie y con unos colores que Gloria nunca había visto, tenues y perennes (tímidos) cuando la luz se entremetía por el interior de la esfera como si se conocieran de siemprey celebraran alguna fiesta o jugaran a buscar colores comunicándose por medio de un lenguaje inalcanzable, una red de entendimiento y de paz lejanos; tan lejanos que acaso únicamente en los sueños, en la imaginación, o en cualquier otro lugar apartado.
Hace un rato había pensado en volver, pero la tienda estaría ya cerrada, de hecho estaban recogiendo todo cuando ella se detuvo y tampoco quería arriesgarse a que viniera la furgoneta y no la encontrase. Sin sacarlas de los bolsillos deslizó lentamente sus manos, con las palmas abiertas y hacia abajo, por los muslos de sus piernas, hasta que formaron un puente sobre su sexo. Las apoyó sobre él y sintió el tejido de los bolsillos rozando el vello púbico que ocultaba su odio, ¿su odio?, y permaneció un momento así, sin continuar bajando hacia la vulva, hacia ese agujero en la noche que aún retenía organismos ajenos, manteniendo sólo las manos en la superficie. Sus ojos miraban el buzón y ella pensaba en la esfera de cristal imaginándose convertida en una estatua de sal, con un océano en la cabeza en el que habitaban infinitas formas de vida y muchas cosas que explicar sin tener a quién, pequeñas islas perdidas en el océano, en una inmensidad en la que era mejor no pensar.