Jorge sentado en la escalera

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miércoles, febrero 21, 2007

La puerta

Diriges la mirada hacia la puerta entornada y hablas contigo mismo, sin que se escuche un sonido: me pregunto si por la puerta entran o si por ella salen. Yo mismo, entro y salgo; es un ciclo que no conduce a un sitio determinado. Nunca llego a saber por dónde entran las cosas que llegan y por dónde salen las que se marchan, pero la puerta sigue ahí hasta que alguien se la lleve... ¿Qué para que diantres van a llevarse una puerta?. ¡Qué se yo!. Porque derrumben el edificio para construir otro o para hacer un espacio diáfano a la luz que no llega porque no hay ventanas. Soberbio. Y siempre se acaba en este punto de ¿y qué?. Pues nada, no me decido a salir. Me están esperando y, más que nada en el mundo, quiero marcharme. Si no me pareciese tan importante esa puerta. Sí, menos importante. Pero, algo sucede. Sientes miedo por esa palabra, también. Lo noto. ¿Quién no tiene miedo?, y a cosas más absurdas que una puerta o que a marcharse o quedarse. A una puerta cerrada por la que entrar hasta el aire y a una puerta cerrada que te aisla o que obstaculiza el paso de la luz. Lo mejor, quitarla. Eso y cambiar de espacio, irse al campo o cambiar de visión. Si pudiera dormir y descansar... En el fondo, nada me lo impide y puedo pensar en la puerta otro día, en otra ocasión. Tal vez, incluso, con mayor claridad. Es posible que consiga que me entiendas en ese momento o en otro. Otro día, mejor.