Jorge sentado en la escalera

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miércoles, abril 25, 2007

El agua y la calle

Castigado a esforzarme en no encontrar los latidos que siempre acaban dándome dolor de cabeza, en burlar la tristeza de una calle imperturbable y no encontrar monótonos todos los pasos que guarda, avara, como si alguien fuese a arrebatárselos y dejarla aún más sola. Castigado a seguir caminando, haciendo como que no es ese suelo mojado el que piso, mientras llueve para recordar que existe un cielo al que escrutar buscando la mirada perdida. El agua corre y yo camino cuando prefiero parar. La calle resiste cuando el agua lava sus pasos con ríos de lágrimas derramándose por la tierra y las aceras y enredándose en los pies como una gota de agua por la mejilla buscando, romántica, la comisura de los labios. No resiste, permanece quieta y callada, parte del paisaje muerto que da la vida o la resuelve, que no es más que esencia en fuga. De nuevo, como sin querer, pasará todo desapercibido y la calle no será calle porque sólo guardará los pasos y no la atención ni los latidos ni el recuerdo ni el eflejo de su imagen. Mañana es lo que queda cuando evades el presente y te marchas como el agua calle abajo. ¿Alguna vez has seguido al agua?, ¿dónde va a parar?. Es una armonía quebrada. Por eso es vida. Porque no todo es monotonía. La mirada quiebra cualquier cosa en nuestra imaginación con tal de no enfrentarse a su elementalidad. Por eso me paro y dejo que el agua corra por mi cuerpo, ahora que carezco de pasos y que tengo unas tremendas ganas de llorar y sólo llueve en la calle, camino de casa.