Jorge sentado en la escalera

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Lugar: MÓSTOLES, MADRID, Spain

domingo, septiembre 18, 2005

M

Al entrar una fina línea de sol quebrando en dos la habitación supuse que pronto sería hora de marcharse. Tu cuerpo y no aquella línea, daba calor suficiente para no sentir la madrugada bajo las sábanas que delimitaban parte de nuestra silueta, insinuando el resto. Aunque continuaras durmiendo con la boca entreabierta, como si te hubieras quedado a mitad de camino de decir algo, he continuado imaginando –sin cambiar de postura- que sabías que yo permanecía despierto. Que tú estarías despierta con los ojos cerrados, no sé si esperando que yo hablara primero. Hay personas que sueñan con los ojos abiertos e incluso de pie, mientras pasean por la calle camino del cementerio, toman un autobús por el frío o se suicidan en las vías del tren en que iban antes al colegio.
La línea se abre como si las manecillas de un reloj se distanciaran en su interior a cada segundo, distanciando sus límites sin tropezar con la cama, la mesa, la silla ni tus cajas, de modo que, a medida que se presiente la mañana, el calor de nuestros cuerpos nos hace sudar bajo la ropa de la cama alquilada y tú te separas de mí, sumida en tu sueño, con una vuelta que aparta contra la pared tu visión de la línea y del cuarto dividido, dándome la espalda. Pero, claro, tu mirada está castigada por el sueño y no puede ver. Nada delata ya que no estoy a tu lado sino vistiéndome en la franja de sol que nos inculpa en el día después, tú en tu mitad del cuarto. Tu pelo largo se ha enredado en mi lado de la cama. Tienes un dormir intranquilo. Siempre lo has tenido. Ya te dije anoche que el entierro era temprano, con los primeros rayos de la mañana. Ahora, desde este otro lado, te observo por última vez, la ropa –que ya no abriga nada- caída en uno de tus movimientos. Continuarás durmiendo junto a la pared con la luz del sol acechando tu lugar en tanto abro la puerta al pasillo apagado que da al patio de salida, en la penumbra de este lado. Ya te dije que pronto sería hora de marcharse y, cuando la franja no divida el cuarto sino que sea la mitad de su espacio, sabrás por mi ausencia que la hora de marcharse pasó. La puerta permanecerá cerrada en la penumbra, como una visión con los ojos cerrados.